"Detrás de este triste espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria..."
Julio Cortázar
Julio Cortázar
Y va bajando con fuerza la triste nota que suena así. Mis manos tiemblan. Alguien perdió el camino. Y te dirán mil mentiras y te cubrirán de guirnaldas tu rostro en una fría noche. No, no. Stop. Terminá de lavarte la cara y mirá a tu alrededor, otra vez. Otra vez. Somos nuestros salvadores, eso escuché. Pero lo saqué de contexto. Es que ahora estoy sólo y te imagino. Me imagino una que vendría a suplantarte, pero esta dice que se queda, y yo le digo que está bien, y que le creo. Pero no creo que sea sano todo esto que hago, que mi mente me hace, que mi cuerpo responde como una absurda pantomima que calza justo como guante en mi locura. No. Otra vez, te digo que no. Ambos lo sabíamos. Pero el que habla soy yo, así que ¡silencio! Puedo manejarlo. Solo voy a despejar este sentimiento gris y decorarlo con hermosos verdes azulados y floridos rojos de sabor agridulce y entonces si que ya no va a hacer faltar esperar/te.
La otra noche me tocaron la mano y yo, jaja, fue muy gracioso. Escuchá. Lo que pasó es que me tocaron la mano y cuando me di vuelta ya te habías ido. O sea, no. No enloquecí. Vos sabés que... No, no sé si es normal, sólo digo que estoy felíz, o al menos se le parece, por momentos. Es libertad. Es escritura y amor. Es música e imaginación, y ni te cuento de los colores. Vos ni siquieras le prestabas atención a los colores. Era blanco o negro, y no había más ¡Ay si pudieras verlo!. La cantidad de matices que rebotan contra el suelo y las paredes, saltan desde la terraza al patio y los más osados caminan por la cornisa del balcón. Ya vendrán por mi. No soportan que sonría así. No se puede ser feliz así. Eso dicen, y repiten. Repiten.
Bretón entendía, pero lo que no entendía es que ésto también había que soltarlo y saltarlo. No hay manifiesto. No sirven. No hay límites. No debiera haberlos. El límite lo impone la palabra. Cuando decís, vamos a hacer ésto o aquello, y luego, este será nuestro proceder de ahora en más y ¡zas! la cagaste. Te pusiste extremista como esos que criticás y derribás para contruir otro imperio. Pero bien, hoy es así, ahora es así y entonces comulgo con André, pero mañana me sentaré a tomar café con el clasicismo y luego habré de moldear catedrales con los barrocos o escribiré sonetos en un pueblo rural. Qué importa del después. Tango. Y ahora un bandoneón por aquí, y un buen vino dulce que baja suave.
No hace falta, ese es el punto, porque la marea está en retirada y estoy tranquilo. Y tengo planes. Mientras bailo con la locura tengo planes, pero ojo. No los voy a quemar con nadie, y nadie va a poder mancharme los borradores. Aprendí eso, si no te salvas vos ¿Quién entonces? Ahora a hacerle trampas a mis sombras y trazar anillos de humo en el aire. Te doy la mano y que te vaya bien. Y te deseo colores que te permitan trascender los acromáticos para que puedas observar variaciones en tu mente. Dejémosle el odio a los otros. Nosotros nos despedimos con amor y buena suerte.
Mis manos dejaron de temblar. Todos perdimos el camino ya, y parece que era así nomás, porque la verdad, la literatura está un poco para perderse en el viaje. Voy dejando estos bemoles por acá porque ahí vienen a buscarme. Es que, como te dije, no soportan felicidades por más momentáneas que sean. Qué importa. Qué se rompa el cielo, voy a darle fuerte a las teclas, así, y va subiendo lentamente la dulce nota.
¿Acaso no es esto maravilloso?
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