sábado, 10 de octubre de 2009

Rosa



A la memoria de mi abuela



Última mano que roza el pelo
/tiernamente/
tiempo de dramitas lejos,
ojos brillosos, rasguños pequeños

las cosas de grandes con mi madre
con nosotros: el amor.
conmigo,
/con mi egoísmo de diez veranos/
lo absoluto

/de haberlo sabido
quizá/

Pero se esfumó una noche,
de esas noches solas,
que a un Dios implora,
el fin, el derroche

y cuántas criaturas
con ella, pretérito;
sin ellas
/al fin/

Chiquillos gritones
desterrados en provincias,
la ciudad siempre tan lejos,
una muere sola
/se dijo/

El hombre: perdido,
el siguiente:
/no querido/
ausente;
y a desandar
la oración

La pensión de testigo
pronto las venas
/hinchadas/enfermas/
No iban a aguantar
el médico lo dijo
/dolor/

Pronto el fetiche al cuerpo
ritual sádico
/despedida/
las lágrimas de los presentes
/siempre tan ausentes/
y
la miré
/tiernamente/
tiempo de dramitas lejos
ojos brillosos, rasguños pequeños

Uno,
/finalmente/
muere solo
/me dije/
y despedí su amor.

2 comentarios:

Pamela S. Terlizzi Prina dijo...

Bellísimo, Diego! Me encontré a los 10, en un caminito largo al frente, pero mirando hacia atrás. Me gustó mucho.

Diego Sebastián Mandeb dijo...

Gracias, Pame! me alegra que te haya gustado esta suerte de regresión poética.